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Los versos de Masha Roux proceden de una improbable mezcla cultural y de una peripecia biográfica dignas de una novela de Tolstoi o de la película Doctor Zhivago, dirigida por David Lean en 1965, varias décadas antes del nacimiento de nuestra poetisa.
Este es su primer libro, pero no será el último, desde luego. Hay que disfrutar de la energía sin filtro que brota de esta artista rusa con acento andaluz, porque sus poemas cortos condensan ambición, redención, desamor, nihilismo, rabia y aullidos. Y no por ese orden. Loba, sin duda. Siberiana y sevillana, para más señas. La piromanía, tres claveles, esqueletos que se convierten en polvo, la muerte, la duda, el miedo... pero al final, siempre la poesía. Quien lea este breviario entenderá que el corazón es solo una víscera decorada con siglos de literatura.
Masha Roux
Nacida en Rusia, en Vorkuta (Siberia) un antiguo gulag en época de Stalin. Adoptada a los diez años por una madre francesa y un padre holandés, fue criada en España. Estudió Arte Dramático en la ESAD de Sevilla. Allí empezó a dar recitales en "La Sala" a los 20 años, donde declamó sus versos durante dos años seguidos con mucho éxito por parte del público, sobre todo con su poema El rugido del león. También tuvo oportunidad de mezclar la poesía y el baile, además de estudiar el teatro gestual, donde la poesía se expresa a través del cuerpo, que se convierte en catarsis y una forma de exorcismo y, tal como dice en uno de sus poemas: "Vuela niña salvaje, y que los pies sigan danzando bajo la lluvia, presa de tus demonios más bellos". Actualmente compagina su pulsión poética con el trabajo de asesora financiera en una multinacional.
